Antes de empezar a trabajar contigo, había probado varias terapias y herramientas para sentirme mejor, pero con ninguna sentía que estaba haciendo un trabajo a nivel profundo. Siempre me faltaba algo; pasaba rachas buenas, pero después volvía una y otra vez a lo mismo de siempre.
El primer cambio que noté fue descubrir el lenguaje del cuerpo. Me he dado cuenta de que el cuerpo es un aliado que te acompaña y que, si le prestas atención, no es necesario mirar hacia afuera. Todo lo tenemos ahí, muy cerca, solo hay que aprender a escucharlo.
El segundo cambio fue la expresión de mis emociones. Antes, estaba muy bloqueada porque siempre me ha costado aceptar las emociones que consideraba negativas, como la tristeza o la rabia. Ahora, me siento preparada para acoger todos los sentimientos que vienen. Así, me siento mucho mejor y más libre.
En general, siento que he hecho un trabajo profundo y suave conmigo misma. Ahora sé que la guía está en mí y no fuera. Me conozco mejor, sé lo que me bloquea y lo que me funciona bien.
Al principio tenía miedo de conectar con estas cuestiones, pero he acabado cogiéndole el gustillo. Me encanta escuchar con comprensión y darme cuenta de que no pasa nada. Todo lo contrario, cada vez se hace más fácil y más normal.
El acompañamiento entre sesiones ha marcado la diferencia con respecto a otras terapias.
Por un lado, sentía apoyo en nuestras citas y, por otro, también fuera. Al principio, tenía miedos y dudas; pero saber que Nuria estaba ahí para responderme, me generaba mucha tranquilidad y seguridad.
Recomiendo hacer terapia con Nuria a aquellas personas que quieran de verdad escuchar lo que hay detrás de sus bloqueos. Personas que no se conforman con quedarse en la superficie y que quieran mejorar su relación con ellas mismas desde la aceptación y la comprensión.
María, 37 años, Albacete.